lunes, 5 de marzo de 2012

Capítulo veinticinco

La casa no era grande, suficiente para tener a cinco personas viviendo en ella. Era acogedora, había muchas fotos de dos niños rubios y de ojos azules. Pero casi no las había actuales. Qué cosa más rara. Me había fijado en uno de ellos, supongo que era el menor de sus hijos. Era tan adorable, sus ojos, su sonrisa... Era una monada de niño.
-Espero que te sientas como en casa -Maura me lo dijo mientras estaba dada la vuelta bastante entretenida viendo las fotos de sus hijos
-Por supuesto, su casa es preciosa y muy acogedora -sonreí
-Bueno, tendrás que disculparme porque la habitación de invitados no está del todo preparado. A Bobby se le ha olvidado cambiar las sábanas
-Oh, no pasa nada
-No seas modesta, Jade. Mientras las sábanas estén lavándose, duerme en la habitación de mi hijo menor... Solo será dos noches, no te preocupes. Son muchas sábanas y la secadora no puede con ellas, tendrán que secarse al sol
-Me parece bien, si es lo que quiere. Muchas gracias
-No tienes que darlas, querida. Vamos, te enseñaré la casa
Después de un largo paseo por la casa y de un sin fin de historias por cada cosa que había, las cuales no me importó nada escuchar, me fui a la supuesta habitación de su hijo menor.
La habitación era muy común, una habitación normal de un chico normal en su edad. Tenía una guitarra al pie de la cama, tenía su escritorio, su estantería, libros y música. A éste chico le gustaba mucho la música, a juzgar por los instrumentos, partituras y CDs que me fui encontrando por los rincones. 
Me puse a leer una canción a medio terminar que estaba en el suelo. Era preciosa, se trataba de una chica, al parecer, una chica que no acaba de encontrar... 
Después de leer una partitura tras otra, me tomé la libertad de tocar una de las piezas que encontré escrita en una hoja que había por ahí. Era preciosa y me gustaba como sonaba. Al rato, alguien abrió la puerta, era Bobby.
-Hola señor. Lo siento, yo -me intenté disculpar por haber tocado la guitarra sin ningún permiso
-No te disculpes, Jade -soltó una carcajada-. Tocas muy bien
-Gracias, señor
-Llámame Bobby o Bob, como quieras -me sonrió
-Vale, Bobby -sonreí tímidamente
Estuvimos hablando de lo mucho que le gustaba la música a su hijo y de que estaba seguro de que me iba a llevar muy bien con él. También, no dejó de disculparse por el desorden que había en la habitación. Me había informado de que su hijo estaba en un tipo de escapada con la clase y no iba a estar en casa una semana más, así que hasta entonces, podía merodear por su habitación y tocar la guitarra cuanto quiera. 
Aquello era un buen plan y así hice.
Estuve todo el tiempo libre después de clase tocando la guitarra y tomando la libertad de copiar partituras para poder completar algunas y sinceramente, no iba nada mal.
El instituto de ahí era muy parecido a la de Londres, no había nada que me llamase la atención. A parte, no supe nada de Zayn desde la última llamada que le hice. Intenté llamarle, intenté comunicarme con él, pero nada. No me respondía y cada vez me sentía más estúpida, peor... Liam no dejó de llamarme desde que le conté lo pasado, él tampoco vio a Zayn por el instituto, ni él, ni nadie. Raquel y Noemy estaban preocupadas por mí, pero, ¿qué podían hacer ellas? Harry me prestaba su ayuda y demás, mandándome un mensaje de buenos días, buenas tardes y buenas noches. Siempre a su hora, aquello me mantenía viva. Gracias a él dejé de llorar hasta quedarme dormida y gracias a él tenía ganas de levantarme. Todo era más llevadero gracias a esas conversaciones hasta quedarme dormida, gracias a aquellos mensajes que recibía. Le debía todo aquello y más. Todo aquello ha hecho que pensara en la posibilidad de que estuviese enamorada de él, pero aquello desvaneció cuando le conocí. 

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